¿Nos enseñan a gestionar nuestros sentimientos?
En en el colegio o en el instituto se imparten muchos conocimientos, y nos enseñan nociones de escritura y lectura básicas y necesarias, o , en el caso de la universidad nos proporcionan contenidos especializados que facilitarán nuestras actuaciones a nivel profesional y laboral. Pero, ¿acaso nos han enseñado cómo gestionar nuestros sentimientos?
Hoy os traemos un nuevo artículo sobre la actualidad educativa, esta vez haciendo una crítica sobre el tipo de educación que estamos recibiendo centrándonos en el ámbito personal y emocional que esta debería estar cubriendo y que, por el contrario, se está dejando de lado. Esta carencia, hace que lxs niñxs muestren ya desde pequeñxs un alto riesgo de incomprensión de sus propios sentimientos; incluso podríamos decir que otra peligrosa consecuencia de la falta de formación emocional, provoca diversos trastornos psicológicos.
El psicólogo estadounidense Goleman, hablaba ya a finales del siglo pasado de los elevados costes del analfabetismo emocional tales como violencia, inseguridad general de la población, suicidios, desórdenes alimenticios, abuso de drogas, etc.; aún así, hoy en día continúa siendo esta educación emocional una cuenta pendiente de la sociedad. La incorporación de esta dentro de las aulas desde los niveles más bajos de formación, traería consigo muchas consecuencias positivas tales como una disminución de pensamientos negativos y suicidas, mejores relaciones interpersonales y habilidades sociales, un índice de violencia inferior o la disminución del consumo de drogas entre otras.
Podemos justificar su implantación en las aulas desde muchos puntos de vista, y hemos considerado estas razones las fundamentales:
El objetivo de la educación: la principal finalidad de la educación es el desarrollo completo de la persona, esto incluye no solo su desarrollo en lo cognitivo (como profesional) sino también su desarrollo emocional (como persona); este último se ve imposibilitado con la carencia de esta formación.
La formación intelectual de la persona: se lograría el óptimo desarrollo de sus habilidades a nivel cognitivo, y al saber gestionar sus emociones, su concentración sería mayor.
El autoconocimiento: Sin conocernos a nosotrxs mismxs, no sabremos como realmente vivir en sociedad de manera correcta, ya que tampoco comprenderemos a los demás.
La inteligencia emocional es la capacidad de gestionar, identificar y comprender nuestras emociones, y por tanto esta favorece las habilidades sociales que permiten una buena relación con los demás, el control del estrés o la ansiedad, y ayuda a superar obstáculos y conseguir objetivos.
A pesar de los estudios realizados que han dejado patente la necesidad de esta formación, el Gobierno continúa considerándola superflua; mientras, nosotrxs seguimos viendo cómo lxs niñxs cada vez se muestran más incapaces de gestionar sus propios sentimientos y emociones.
Por eso nosotrxs, educadorxs, debemos ser para nuestros educandos, personas que guíen su óptimo desarrollo cognitivo, pero sobre todo, emocional.